Un mal día (para Posh, y van...)
Posh, querida, hoy tengo un mal día. Todo se complica. No sé si acercarme en dos pasos al puente que tengo cerca y hacer puenting sin arnés, hacer la maleta y escapar a paradero desconocido durante unos días, unos meses o unos años, o hacer la maleta a los demás y quedarme aquí sola, tan ricamente, disfrutando el silencio, la soledad, la libertad, y mi tiempo. Me he quedado sin vida, Posh; no me he muerto, es evidente, lo que quiero decir es que no tengo vida propia, ¿tú me entiendes, bonita? Me aburro mortalmente, eso sí, porque no tengo un momento para mis aficiones y mis gustos, y muy pocos para mi persona. Ya no soy yo, ni siquiera soy la mujer de..., he pasado a ser la mamá de..., en fin, que por no tener, no tengo ni personalidad. Como tampoco tengo entidad de ningún tipo, salvo la física... A los esclavos se los podía manumitir porque se reconocía su existencia, ¿no? ¡Calla, olvidaba que no has leído un libro jamás, según confesaste tú misma! Y como eres demasiado joven para haber conocido el mundo clásico, no creo ni que te suene la palabra "manumitir". Pues eso, como se reconocía su existencia legalmente, o jurídicamente, tanto da en este caso, se les podía conceder la libertad. Pero a nosotras, las amas de casa, ni eso nos queda, bonita. ¿Tú ves qué situación? ¡Ay, Posh! Que no soy nada ni nadie, no existo pero soy imprescindible, ¡qué contradicción!.
En fin, querida, que hoy ya he perdido mis cinco minutos de libertad en quejarme y escribirte la presente, no puedo desperdiciar ya más tiempo en lamentaciones, me reclama la tarea. Chao y hasta la próxima, bonita.
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