La envidia es muy mala
¡Qué mala es la envidia, Micheline, bonita! Porque dime tú a mí qué te vio que no hubiera podido verme a mí: como yo, no eres alta; como yo, no eres guapa; como yo, tu pelo es rizado (el mío, natural); como yo, eres artista (tú de pincel, yo de pluma); y así podría seguir enumerando rasgos que sirven para definirnos a las dos. Pero no voy a perder más tiempo en eso. Mira, guapa, que lo que yo quería decirte es que la envidia es muy mala, y que tengas cuidado no venga alguna lagartona al cabo de los años y se te lleve lo que tanto has cuidado. Una preguntita insidiosa, mona, sin interrogación: debes de darle todo lo que necesita cuando has sabido conservarlo durante tantos años (cuando empezó vuestra relación yo era una niña y acabo de estrenar los cuarenta) Pues que lo disfrutes, y si eres un puntito perversa, como parece, mujer de carácter, cada vez que... te reirás pensando en las que, deseándolo, no tenemos al que tú tienes, o sea, en todas las demás. Lo dicho, guapa, que sigas bien y tan bien acompañada. Besos a Sean, sir Connery.
1 Comments:
¡Je! ¡Je! ¡Je! Está bien la viceversa. A lo peor ya está demasiado mayor para ese tipo de gimnasia, querida Milindris.
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